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Montse
Una Vida Transformada

 
Gaby Falcón R
 
Copyright © 2014 Gabriela I. Falcón R.
All rights reserved.
Número de Registro 03-2015-052910100300-01
MONTSE UNA VIDA TRANSFORMADA
Gabriela Ivonne Falcón Romero
ISBN-13: 978-1515180685
ISBN- 10: 1515180689
Diseño de Portada
NELSON DURÓN

I
DICIEMBRE  2005

 
  
            Se tomó un tiempo, en la mañana, para ver que había en esa bolsa de plástico rosa que bajó ayer de su closet, cuando sacaba el árbol de navidad y cuanta cosa navideña tenía; pero esa bolsa no la reconoció y la dejó a un lado de su cama.
            Antes de entrar al baño para quitar de su cuerpo todas las toxinas mañaneras, se acercó a la bolsa, la abrió y en medio de recortes de periódicos, fotografías de sus hijas: bailables, la escuela, Santa Claus; estaba “su álbum”, es decir, “El álbum”…  no cualquier álbum de fotos, sino uno muy especial.
Ya no recordaba que existiera, y menos que estaba en una bolsa de plástico “¿Cómo llegó allí?” En fin, allí estaba. Sus mejores recuerdos… ¡Su gran amor! Ni siquiera lo había abierto todavía y ya sentía nostalgia: “¡Ah, veintiún años… me amaba, lo amaba, amigos, universidad, belleza, sueños, juventud!” Soltó un profundo suspiro y lo abrió.
Muchas hojas no tenían fotos, pero no hacían falta porque las vivencias estaban dentro de Montse, pero tan dentro que las había olvidado. Estaban ocultas por el tiempo, la vida, los afanes, los ires y venires.
            Todas las fotos que no estaban fueron arrancadas, no por gusto, sino  porque el matrimonio obliga a borrar un pasado que no puede, ni debe volver.
Se cree que al romper las fotografías de un gran amor, este  desaparecerá por completo, como si nunca hubiera existido. Pero la verdad, es que esos recuerdos se afirman en el corazón cuando la realidad no es buena, y se convierten en esos espasmos inquietos que te vuelven a la vida, porque son la dosis de luz en medio de una terrible realidad.
Aquellos recuerdos después realmente se van esfumando sin que te des cuenta. La realidad los esfuma y veinte años después frente a un álbum amarillento, algo hace clic y todo vuelve a la memoria, cobra vida.
            Esas fotos no existentes fueron borradas porque representaban el verdadero amor, el más profundo y sincero amor que nace en dos adolescentes. Esa especie de amor que no se da siempre, sólo puede suceder cuando dos corazones jóvenes e inexpertos, se unen y con el paso de los días se van haciendo uno.
Luego crecen y la necesidad de conocer más allá de lo cotidiano termina por separarlos, pero nunca se borra aquello que es parte de su ser.
Montse piensa en eso y se da cuenta que en su memoria sólo queda el recuerdo de esos dos jóvenes inventando, creando, construyendo…lo que nunca llegó.
            Montse tenía que bañarse, arreglarse, dejar la casa en orden y salir corriendo para hacer todo lo que hace todos los días: ventas, cobranza, pendientes.     Luego regresa, hace la comida y recoge a sus hijas en la escuela; la mañana es muy corta y tiene que darse prisa, pero ese álbum la detuvo en el tiempo, le detuvo la respiración, le detuvo la vida…
            Tenía quince años cuando conoció a Darío, sólo quería conocerlo ¿Aquel chico guapo llegaría a ser su novio? ¿Cómo sería su primer beso?... transcurrieron los días y cada vez quería más estar con él, hablar por teléfono y escuchar su voz. Ahora lo sabe, no sólo fue parte de su vida, era su vida.
            Si piensa en amor, piensa en Darío; si piensa en abrazo, piensa en él y ni hablar de los besos, sólo piensa en aquellos momentos a escondidas o en la sala de su casa, en el coche… Era el amor, no había trucos a esa edad. Era una entrega plena y sincera, sólo bastaba tomarse de la mano o verse a los ojos y ya era el uno para el otro. Sólo dos corazones que habían encontrado su lugar de reposo, la quietud, el silencio. Sin fronteras, sin trampas, sin estrategia, sólo el amor.
 
(…1986)
-¡Hola! Buenos días.- Estaba Montse al teléfono con Darío, era fin de semana en la mañana y apenas terminó de desayunar y ya le había llamado.
-Hola, ¿ya desayunaste?- le preguntó Darío, porque realmente no tenían nada especial que decirse, se llamaban sólo para escucharse.
-Ya, apenas terminé ¿Y tú?
- No, me acabo de levantar.
- ¿Por qué no vienes y aquí te invito algo? Luego a ver qué hacemos.
- No sé, ayer llegué tarde de tu casa y si le digo a mi mamá que ya me voy otra vez a tu casa, no le va a gustar.
- Bueno como quieras. ¿Por qué no le preguntas y me llamas?
            Más tarde llegó Darío en bici a la casa de Montse y ella le invitó algo de almorzar, luego vieron la tele, escucharon música y salieron. Se subieron al carro de Montse para visitar a sus amigos.
-Mis papás van a salir y no los quiero acompañar ¿Te quedas conmigo a comer?- Le preguntó Montse.
-Sí ¿Compramos algo?- contestó Darío.
-No, en mi casa hay comida, calentamos lo que encontremos ¿no?
            Ese día decidieron comer en la terraza porque la vista al campo de golf era muy fresca. Acomodaron la mesa con mantel, platos, cubiertos, tomaron vino blanco (porque no estaban los papás) e incluso llevaron velas, pero hacía tanto aire que no las pudieron encender. Se reían juntos.
            No era un día especial, pero ellos en cuanto había la oportunidad, hacían de cualquier momento, algo especial. Encendieron la música y se quedaron escuchando a Whitney  Houston. 
            Al anochecer, subieron la bici al carro de Montse y lo llevó a su casa.
-Adiós, mañana te llamo- dijo Darío antes de bajar del carro.
-No te vayas todavía- comentó Montse- dime ¿qué hacemos mañana?
-No sé, tú dime ¿Qué quieres hacer?
-¿Vamos a dar la vuelta a Guanajuato?
-Pero ya en la tarde, para que mi mamá no me diga nada.
-Está bien. Oye ¿te gustó la comida?
-Sí, ya me voy. Tengo que meterme, ya es noche y no me gusta que regreses sola.
-Está bien. Hasta mañana.  
 
(… 2005)
           Así lo recordaba, Montse  se había forzado a desaparecer todos esos recuerdos, borrarlos para no desfallecer, para no ver lo que había perdido, para no hacer tan dolorosa la realidad a la que ella se había encaminado.  Un día tomó la decisión y cambió su destino hacia un lugar de desolación.
            Al recordarlo sintió un golpe en el alma que le quitó las fuerzas, se aferró al álbum y comenzó a hojearlo con más calma.
Las fotos que allí estaban le mostraban una Montse que hacía mucho tiempo no veía, es decir, no recordaba esa parte de ella misma que se veía reflejada en las fotografías, esas imágenes le quebrantaron, sentía que cada parte de su ser se tensaban tanto que rompió en llanto, no podía ver las fotos sin dejar de llorar.
 No sé, quizá nostalgia, pero no era algo que se anhela tener porque la vida pasa; quizá el recuerdo de algo que no pudo ser, pero tampoco era el dolor de un recuerdo porque ese dolor resulta ser superficial y sólo basta cerrar el álbum.
Más bien fue un  encuentro, fue un gran encuentro. Y es que cuando se pierde algo muy  preciado y luego se encuentra, sucede que el corazón rompe en llanto porque recuerda que lo extrañaba, recuerda que vivía el vacío de no tenerlo, se reconoce el dolor de una pérdida. Al encontrarlo y recuperarlo, se aprecia más e inevitablemente uno llora.   
       

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